Gustavo Eduardo Idrovo Pérez

La animación clásica es su pasión y entra a este mundo en 1995 cuando, por su experiencia en dibujo, forma parte del equipo que animaba al personaje Máximo de Unicef. La posibilidad de comunicación que tiene la animación es ilimitada, "pero el dominio de este arte se basa en la constante práctica, en la observación y estudio del entorno que nos rodea". Para Gustavo es importante que exista una conexión consciente y libre entre el animador y el personaje o el objeto que se está animando, que comunique algo, que se exprese, que actúe y que sienta, es esto lo que hace que el animador haga vivir a sus personajes, y que el espectador lo vea como una realidad. La mayor parte del conocimiento en animación de Gustavo ha sido adquirido en base a experiencia laboral y voluntad por mejorar cada día. Le interesa mucho el mundo de la aviación por la experiencia de vuelo que tuvo con su padre que es piloto, por eso trata de adaptarla de alguna forma a las producciones personales que realiza. Son esos toques autobiográficos en sus ilustraciones y en sus animaciones, que hacen que su arte pertenezca a un mundo muy personal que disfruta mucho. Otro de sus intereses es la música, y practica la percusión en sus momentos libres.